«No existe el crimen perfecto, sino malos investigadores»
Los crímenes ocurren en un determinado lugar y a una hora precisa, y poseen características que los hacen únicos. Y, así como alguien se encarga de cometerlos, hay quienes dedican sus vidas a esclarecerlos.
El licenciado Eloy Emiliano Torales es experto en Ciencias Penales y en Criminología. Además, es autor del manual de procedimiento para la preservación del lugar del hecho y la escena del crimen del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación.
El funcionario explicó que “es muy importante preservar la escena del crimen, porque allí se van a encontrar los elementos, rastros e indicios que determinan la existencia del delito y la identidad del autor”.
Evidencia, divino tesoro
Según el especialista, “cuando se comete un delito, el autor del mismo deja cosas de él y se lleva cosas del lugar”. Esas “cosas” no son otras que las viejas y conocidas evidencias. “Las evidencias son las que te relacionan al hecho delictivo, lo que te va a decir que estuviste en el momento de la comisión del delito”, agrega el experimentado analista.
Los asesinos operan diversas motivaciones. Rencores ocultos, cuentas pendientes o encargo son algunas de las modalidades que pueden vincular a un sujeto a un asesinato. Por esto, el autor material del hecho siempre busca entorpecer el esclarecimiento de la empresa criminal.
“El asesino siempre busca destruir las evidencias que dejó, pero desconoce completo lo que nosotros indagamos. Nunca va a terminar de destruir todas las evidencias. Quizás, puede borrar las impresiones digitales, pero puede no darse cuenta de que dejó un pelo o una pisada”, reconoció Torales.
Asimismo, a la hora de contaminar la escena del crimen, no todo es patrimonio del atacante. Por ello, el especialista indicó que “los vecinos, en su afán de ayudar, remueven el cadáver, patean las balas y descargan las armas para que nadie se lastime”, entre otras actitudes que perjudican la investigación.
Hay amores que matan
Con respecto a los patrones más comunes que se encuentran a la hora de analizar un hecho de sangre, Torales señaló que “son muy frecuentes los homicidios sentimentales. Ahí, se destacan la agresividad y cierta compasión. Muchas veces, encontramos mujeres asesinadas en sus casas, totalmente desnudas luego de haber tenido relaciones sexuales. Pero que, después del hecho, son tapadas porque a quien las mató le da vergüenza que las descubran desnudas”.
El investigador explicó que, bajo las sábanas, se oculta “que la persona era conocida de la víctima, que había un sentimiento, que había algo entre ellos”.
Por otro lado, cuando los peritos enfrentan un cadáver descuartizado, buscan develar los conocimientos que puede tener el asesino en el manejo del cuchillo. Es diferente cómo un carnicero descuartiza un cadáver a cómo lo haría un cirujano, detalló Torales, mostrándose apasionado en su explicación.
El área de trabajo, “primero, se protege mediante el perimetrado. Después, viene el aseguramiento: la descripción escrita, las fotografías, las filmaciones, los croquis y la planimetría; esa es la fijación de la evidencia. Posteriormente, esa evidencia se levanta, se embala, se remite a laboratorio, se analiza y se lleva a juicio”.
Fuera del universo de los juicios crímenes de lesa humanidad (Justicia Federal), no son tantos los antecedentes de condenas homicidio cuando no aparecen los cuerpos de las víctimas. Éste es el objetivo del Ministerio Público Fiscal en el debate oral que está llegando a su fin en la justicia penal de Salta el caso del turista francés Mathieu Martin, desaparecido en 2018. Los acusados son dos hermanos, que lo habrían matado y habrían ocultado su cadáver en un territorio inhóspito sólo controlado ellos.
Algunos juicios finalizados en Argentina demuestran que, sin dar con el cadáver, se llega a condenas el delito de homicidio. No alcanza con una confesión, ni con testimonios, ni con indicios, pero todo junto y con sentido, y descartando que la persona pueda estar viva, puede conducir a condenas.
Uno de los casos más famosos es el de Miguel Bru, el estudiante de Periodismo desaparecido. La justicia de La Plata dio probado que lo asesinaron (después de torturarlo) en 1993 en una comisaría.
Otro caso es el de la bióloga suiza Annagreth Würgler (28), que desapareció en Talampaya, La Rioja, en 2004. A pesar de que fue intensamente buscado, su cuerpo no apareció. La justicia de La Rioja igual condenó su homicidio al dueño de un hospedaje, que fue el último en verla; también lo complicaron algunos elementos hallados en su camioneta y algunos testimonios.
Roxana Núñez (28), oriunda de Málaga, fue vista última vez el 1° de marzo de 2009 en el Conurbano bonaerense. La justicia de Lomas de Zamora condenó a tres personas su homicidio, aunque el cadáver no apareció.
Erica Soriano (22), de Lanús. El crimen fue en 2010. Estaba embarazada. En este caso tampoco apareció el cuerpo y se dictó una condena homicidio.
Beatriz Argañaraz (45), desaparecida en 2006. La Justicia de Tucumán condenó su asesinato a dos mujeres en un juicio en el que no se pudo establecer dónde estaba el cuerpo de la víctima.
Marcela Mamaní (25). Desapareció en 2012. La Justicia de Salta dictó una condena homicidio sin encontrar el cuerpo de la víctima.
Marcela Monzón. Desapareció en 2009 en Buenos Aires. Condenaron homicidio calificado a su esposo, aunque éste nunca dijo dónde la enterró.
Stella Maris Pugliese. Desapareció en 2007 en Buenos Aires. La investigación demostró que un remisero la asesinó a golpes, la descuartizó y en una parrilla quemó su ropa y su cuerpo. Estaba embarazada. La condena fue a prisión perpetua.
Miguel “El Gaucho” Vera. Desapareció en 2001 en Villa Albertina, Córdoba. Condejaron a su hermano a 10 años de prisión sin haberse encontrado ni el cuerpo ni el arma con que lo mató. Antes de la sentencia el acusado confesó su autoría.
Nicolás Saurel (24). Desapareció en 2014. La Justicia de Mar del Plata dictó dos condenas “secuestro coactivo agravado de muerte preterintencional”.
Daniel Solano. Desapareció en 2011 en Río Negro. Condenaron homicidio agravado a siete policías; algunos de ellos también vejaciones. El cuerpo no apareció.
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